Ficha 1 - 2do SEC. | Texto 3 La identidad nacional | COMUNICACIÓN

 


Si no puedes concentrarte leyendo solo o sola, leamos juntos. FICHAS DE APRENDIZAJE DE COMUNICACIÓN 1ro secundaria | Ficha 1 - Los valores en el Perú Texto 3: La identidad nacional Adaptado de Kapsoli (1996). Audio de La identidad nacional | Leemos juntos _______ Micrófono Maono DM30: https://bit.ly/3L8TdAH Usa el código 'cintbel' y recibe 10% de descuento: https://bit.ly/3HfVGrV



La identidad nacional

(Adaptación) Wilfredo Kapsoli

Comenzaré diciendo que el tema de la identidad nacional no está en discusión en estos momentos por lo mismo que, desde las esferas oficiales, se habla de la globalización de la cultura, donde no tienen sentido las peculiaridades nacionales; mucho menos la identidad regional o local. Sin embargo, nosotros somos una sociedad singular e inusual. Así, por ejemplo, escuchando la música de los maestros Jaime Guardia, Máximo Damián y Teodoro Gamboa, recordaba algo de mi vida infantil. De mi impronta o forma de ser y una característica personal. Yo he nacido en la Sierra de Áncash - Pomabamba, donde viví hasta los cinco años; entonces me vine al Callao, a un barrio popular. Allí recuerdo, con mucha claridad, que mis familiares me hacían bailar huainito, (...) gozaban con mis ocurrencias. En la actualidad, puedo decir que a mí me gusta la música andina, y es esta experiencia vital la que me confirió la personalidad básica sobre la que se instalaron los conocimientos básicos y en general. De este modo, la herencia cultural, el patrimonio local nos marcan con sus rasgos desde la niñez. 

Por otro lado, tengo una anécdota con relación al país en su conjunto. El año 1980 un grupo de peruanos fuimos invitados a la China Popular; éramos una delegación de cinco  personas, entre dirigentes sindicales, políticos y profesores universitarios. Estuvimos allí dos meses viajando por varias provincias, recorriendo instituciones, museos, iglesias, universidades. Era sorprendente cómo, donde íbamos, concitábamos la atención de la gente, recibíamos muchas consideraciones. 

Entonces, cada uno de nosotros ensayaba una respuesta sobre: ¿por qué eran tan atentos con nosotros? Yo desde la perspectiva del historiador decía, de pronto, los compañeros conocerán que los culíes chinos, sus ancestros, llegaron al Perú como trabajadores contratados y, luego de una serie de peripecias, lograron incorporar a la cultura nacional sus fonditas y su comida china. Al final, cuando ya retornábamos al Perú, en el aeropuerto la intérprete que nos acompaña nos dice: «Compañeros, ¿se dieron cuenta de que tenían mucha acogida donde iban?»... Sí, le dijimos; « ¿Y por qué creen?»… Y nosotros dijimos lo mismo, o sea cada quien eligió la perspectiva histórica, política, etc.; y la intérprete se rio y dijo: «Lo que pasa es que nunca los compañeros chinos podrían imaginar que todos ustedes fueran de un solo país, pensaban que eran la representación del Continente Latinoamericano». 

Es que en el grupo de los cinco, un poco por azar, nos habíamos juntado un dirigente afrodescendiente de Catacaos, un compañero de rasgos andinos de origen huancavelicano, otro medio gringo de Lima, otro amigo japonés y yo que soy cholo mestizo. En fin, lo cierto es que ninguno de nosotros teníamos similitud, mientras que los chinos que nos rodeaban prácticamente eran una especie de corte común: iguales en tamaño, vestidos y en rostros. A nosotros nos daba pánico encontrarnos, por ejemplo, en Shangái, una ciudad que tenía 28 millones de habitantes —ahora tiene 40 millones—, donde al descender del avión o de los carros, nos encontrábamos con una multitud de chinitas y chinitos tan parecidos que nos daba miedo perdernos, pues no podíamos distinguir quién era nuestro intérprete, porque además del idioma chino no sabíamos ni “J”, ni podíamos aprenderlo. El chino clásico necesita de unos diez años para aprenderlo y el corriente de cinco. Era inimaginable aprender una palabra china. Una anécdota que se nos dibuja con muchísima claridad en esta diversidad somática y cultural. Nuestro país es peculiar, nuestro rostro social es absolutamente singular.

Actualmente, el mundo tiende a uniformarse. La modernidad parece implantar sus valores a nivel mundial. La cultura tiende a la globalización para fortalecer el individualismo de las personas, su espíritu competitivo y su afán por la eficacia. En estas condiciones, la idea de la nación y del nacionalismo es cuestionada al punto de negar su existencia; es decir, una sola forma de ser proyectada su imagen al mundo, cubriendo todos los espacios y tratando de anular la idea de que cada nación tiene sus propias características.

Siendo un país milenario, deberíamos buscar las reservas productivas y morales en la memoria de nuestros ancestros. Así, por ejemplo, la categoría del trabajo es considerada como un don que se practica en esta y en la otra vida con alegría y vitalidad (en la mentalidad europea el trabajo es producto de un castigo divino: «comerás el pan con el sudor de tu frente»). 

La solidaridad es otro valor constante que se manifiesta al margen de las dificultades y desigualdades económicas. Sin este componente, difícilmente podríamos imaginar la sobrevivencia de nuestra población frente a la crisis y la violencia. Ante la idea del «sálvese quien pueda», existe la tradición de la reciprocidad y de la «fraternidad de los miserables», como señala el padre Gustavo Gutiérrez.

La empatía con la naturaleza es también un factor para considerar. No se trata de destruir los recursos y los paisajes naturales porque, con esa potencialidad, se construirá el futuro de nuestra sociedad. Si ahora propiciamos su enajenación total, estamos atentando contra las generaciones venideras. No por casualidad los movimientos ecologistas se interesan por conocer y recoger las experiencias de valorar la naturaleza como un dios en la vida cotidiana de los peruanos prehispánicos.

La paciencia y la larga espera, la inteligencia y la firmeza, el humor y la alegría son otros tantos aspectos a tener en consideración para imaginar lo nacional en forma positiva y edificante. 





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