Ficha 6 - 5to SEC | Texto 3 Identidad latinoamericana hoy: tensiones y desafíos | COMUNICACIÓN

 


Si no puedes concentrarte leyendo sol@, leamos juntos. FICHAS DE APRENDIZAJE DE COMUNICACIÓN 1ro secundaria | Ficha 6 - Identidad cultural Texto 3: Identidad latinoamericana hoy: tensiones y desafíos Tomado de Elizalde (2007). Audio de Identidad latinoamericana hoy: tensiones y desafíos | Leemos juntos









Identidad latinoamericana hoy: tensiones y desafíos

por Antonio Elizalde

Hay muchos y destacados intelectuales que sostienen que estamos llamados a ser el continente del futuro, debido a que gran parte de la reserva genético-cultural del planeta se encuentra en nuestros países. Latinoamérica es una amalgama de identidades, es un crisol de culturas que se han arraigado en este territorio «enriqueciendo a» o «enriqueciéndose de» las culturas originarias. Somos un continente mestizo, abigarrado, pero a la vez plural y diverso. Hemos sufrido el desarraigo y el exilio, hemos sufrido la conquista y la colonización, hemos soportado y sobrevivido a la Inquisición colonial y a las inquisiciones dictatoriales del periodo de la Guerra Fría. Hemos conquistado nuestra dignidad como pueblos gracias a cruentas y heroicas luchas. 

Nuestro subcontinente ha sido capaz de desarrollar una cultura de la sobrevivencia, una cultura de lucha permanente contra todo tipo de agresiones, una cultura de la resistencia a todo tipo de dominaciones, una cultura de defensa de la vida en todas sus expresiones; sin embargo, aún no estamos plenamente emancipados. Pese a que la mayor parte de las naciones del subcontinente están cumpliendo 200 años de vida independiente, aún no nos hemos emancipado como pueblos. […].

Hay sociedades que han sido capaces de entender a tiempo que el Estado-Nación no necesariamente coincide con el concepto de Patria. En los imaginarios colectivos de los pueblos se entrecruzan conceptos tales como patria, pueblo y comarca, con conceptos más políticos como país, nación y territorio. 

En el mundo en que vivimos se ha construido ya un Mercado Global. Nos hemos homogeneizado en vestuario, alimentos y formas de recreación; vemos los mismos programas de TV cable, estamos cada vez más conectados por medios de comunicación y de transporte. Se está produciendo un cambio radical en el mundo en que vivimos y también en nuestros propios mundos interiores. Desaparecen las fronteras y las distancias se reducen, aunque al mismo tiempo se amplían los espacios a los que tenemos acceso. 

A la vez, los procesos históricos se aceleran, el tiempo se transforma, los flujos circulan más rápidamente (información, bienes, dinero, decisiones). Ello nos permite vivir una mayor cantidad de acontecimientos en la misma cantidad de tiempo real. Estamos cada vez más expuestos a las mismas influencias que los millones de habitantes del planeta. Estos enormes cambios han ido generando una sensación de desarraigo, de pérdida de referentes, de «des-identificación». Comienzan a diluirse las certezas en las cuales pudimos anclar en el pasado nuestras necesidades fundamentales de protección, de seguridad, de autoafirmación, de identidad. 

Se está conformando, paulatinamente, un Estado-Nación universal, a partir de la constitución del Mercado Global. Se abre así ante nosotros la opción de dejarnos llevar y confiar exclusivamente en las fuerzas del mercado, que nos llevan al «desarraigo», a la des-identificación, a la pérdida de lo «nuestro»; y la opción de abrirnos a una búsqueda universal a partir de reconocer y valorar nuestra propia identidad cultural. 

La única posible idea de «Patria» que puede corresponder al momento histórico que vivimos, es un concepto análogo al de una Patria Grande Latinoamericana soñada por Simón Bolívar. Una Patria que pueda ser equivalente a la Unión Europea. Posiblemente, frente a esta afirmación no faltará quien traiga a colación los permanentes conflictos fronterizos existentes entre nuestros países, pero ello más bien constituye un argumento a favor y no en contra. Primero, porque la historia de Europa es una permanente cronología de conflictos bélicos, y hace solo sesenta años atrás puso fin a una conflagración que prácticamente envolvió a todo el continente, y donde los principales contendientes de esa guerra, paradójicamente, son quienes hoy han encabezado el proceso de Unidad Europea. Segundo, ¿es posible imaginar cuál es la cantidad de recursos de todo tipo a los cuales podríamos dar un uso muchísimo más eficiente si no viviésemos preocupados de prepararnos para eventuales conflictos fronterizos que desaparecerían en el mismo momento en que lográsemos unificarnos? 

Una «Patria Grande», permitiría generar espacios que harían posible una mayor y mejor expresión de la enorme diversidad cultural que nos caracteriza como pueblos. El pueblo americano es un crisol de identidades raciales, étnicas y lingüísticas; de diversas formas de expresión musical, literarias, pictóricas, artesanales, de instituciones jurídicas, cosmovisiones y concepciones religiosas, y así tantos otros recursos y potencialidades que abundan entre nosotros, que nos diferencian y nos enriquecen. 

Pero también América es el continente que contiene la mayor biodiversidad del planeta, las mayores reservas de agua dulce, el litoral más extenso sobre el mayor océano del mundo: el Pacífico. 

No podemos olvidar que los estrechos límites de los Estados-Naciones conformados en nuestro continente en función de los intereses de las Coronas Europeas en el periodo de la Conquista y de la Colonia, se superpusieron a las etnias y pueblos aborígenes que habitaban América. Tampoco podemos olvidar que, a pesar de siglos de dominación occidental, no ha sido posible subsumir absolutamente ni lenguas, ni creencias religiosas, ni hábitos culturales. Estamos llamados a construir esa identidad mayor como habitantes de un mismo continente, en un mundo que camina aceleradamente hacia la globalización transitando por unidades geoecopolíticas mayores a los Estados-Naciones, los cuales se generalizaron como formas dominantes de organización política solo en los dos últimos siglos. 

Posiblemente, el mayor reto que enfrentaremos será el dar cuenta de esa diversidad cultural reprimida por las formas políticas y económicas que hasta hoy nos dominan. El principal desafío a la imaginación de nuestras élites intelectuales, políticas y religiosas será construir una «Patria Grande» capaz de permitir la multiplicidad de «patrias» que los Estados-Naciones ocultaron, invisibilizaron, pero no pudieron ni podrán hacer desaparecer. 


Las diversas iniciativas que apuntan hacia un proceso de integración entre nuestros países parecen hoy inmovilizadas y superadas por las dinámicas históricas globales. ¿Cuáles son los factores que nos impiden materializar estas iniciativas integradoras del espacio latinoamericano? ¿Cómo pasar de la retórica de los discursos hacia iniciativas políticas exitosas? ¿Cómo superar las restricciones puestas por las políticas internas de cada país? Esas son algunas de las preguntas que creemos necesario responder. Los diversos artículos contenidos en el Lente de aproximación de este número intentan abordar las cuestiones aquí planteadas, desde diversas perspectivas disciplinarias e incluso epistemológicas.

El artículo de Arispe, Mazorco y Rivera señala la necesidad de desafiar el antropocentrismo occidental y las dicotomías propias de esa forma de pensamiento para anclarse en aquella tradición de pensamiento que integra en sus principios la concepción no antropocéntrica de que toda la realidad es viva y no está supeditada al hombre, y que busca consensuar, con mucho respeto, una relación complementaria y equilibrada, entre todos los seres naturales y cósmicos. 

Bolívar y Cuéllar, indican que «[…] Pensar y actuar con políticas transnacionales debe ser papel no solo de los gobiernos, sino de las regiones de las naciones vecinas primero, y después de toda la región, de los pueblos y las localidades. […]». Advierten, sin embargo, contra el riesgo de cualquier tipo de fundamentalismo o caudillismo ya que: «La convivencia no debe entenderse como todos iguales por la fuerza. En la base de todo se encuentra la dignidad humana, utopía universal intransable». 

Cristian Candia rescata en su artículo el aporte del ideario filosófico latinoamericano para contestar a dos preguntas fundamentales: ¿qué somos? y ¿qué podemos ser en el orden mundial? Hace un recorrido histórico para ello desde el pensamiento de los emancipadores, pasando por los positivistas hasta llegar a los dependentistas, de los cuales afirma que están en la base de la «irrupción de discursos emancipatorios que dieron vida a estrategias liberacionistas de distinto cuño entre los años sesenta y setenta. Si la dominación es el estatuto final de la dependencia, la orden del día será la liberación de toda dependencia para alcanzar una segunda independencia». 

Ricardo Salas introduce su reflexión citando a Hopenhayn: «Mestiza de médula, y por ello, sin médula, América Latina sigue sin estar dentro de sí, siempre arrojada desde afuera al fondo de su no-adentro, succionada por su no-centro hacia lo que no ha podido ser del todo. América Latina, desigual y descentrada». 

(…)

Jorge Montealegre aventura mediante un análisis de la figura del cóndor un estudio sobre la identidad y las representaciones en un mundo globalizado. El cóndor es «una imagen familiar que −vista en la naturaleza y la iconografía− se asocia inevitablemente a la identidad –o identidades− de Chile y Latinoamérica. Ave carroñera, sagrada, heráldica, cómica; de piedra, papel o mármol, el cóndor marca las tensiones de nuestra identidad». Recordemos que, en el imaginario auditivo; es decir, aquel que es construido en la escucha de melodías difundidas por los medios masivos de comunicación, quizás el tema melódico más identificatorio de Latinoamérica sea la canción «El cóndor pasa». Estela Quintar pone el énfasis en el «olvido del sujeto», por parte de la universidad latinoamericana, «olvido instalado desde una sutil –a la vez que estridente y escandalosa− lógica de mercado solapada −y muchas veces justificada− por todos nosotros. Lógica que ha privatizado lo público en prácticas, relaciones, representaciones y modos de pensar y pensarse en la realidad que, más que cuidar “lo de todos”, están dirigidas a cuidar los intereses individuales de quienes han reducido lo educativo a la salida laboral y de subsistencia por sobre la opción por un trabajo de compromiso social y cultural de contribuir a la organización de horizontes de futuro». Señala que: «En este marco, la enseñanza es un acto político que implica asumir el compromiso valórico que la promoción de sujetos autónomos tiene para nuestros países, aún con sus venas abiertas; países con experiencia de olvido de sí y de la propia historia que lo habita». Sostiene… que si no es así: «no habrá posibilidades para una educación que contribuye a la producción de conocimiento histórico y capacidad de pensar lo inédito viable».

Finalmente, Carlos Tünnerman inicia su artículo realizando una profunda y documentada crítica de los conceptos mediante los cuales nos hemos referido a nuestra identidad común. Analiza el proceso de formación de la nacionalidad latinoamericana, así como las pistas que ayuden a descubrir las características de nuestra identidad, reconociendo el mestizaje como definitorio de nuestro ser y quehacer como latinoamericanos. Destaca las potencialidades que se desprenden de la riqueza que significa la diversidad étnica y cultural de la región. La integración de América Latina es vista como un reto que nuestros pueblos deben asumir, partiendo de una concepción que supere la visión puramente economicista y se afirme en la dimensión humana y solidaria. Se propone asimismo las principales tareas que las universidades deberían asumir para contribuir a hacer realidad ese desafío, para lo cual deberían auspiciar estudios e investigaciones interdisciplinarias sobre las posibilidades de diseñar un proyecto latinoamericano de desarrollo humano, endógeno y sustentable. Además, ellas deberían contribuir a crear una conciencia integracionista mediante el establecimiento de una red de institutos de estudios latinoamericanos de postgrado, así como el fomento de la investigación de los diferentes aspectos relacionados con la integración.




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